Me
senté en la mesa y miré a mi padre, que sonrió algo pícaro.
—Bueno…
espero que esta vez no se haya quemado nada… —dijo. Mamá por supuesto le
dirigió una mirada penetrante.
—Si
no te gusta ahí tienes la puerta.
—¡Vale,
vale, solo era una broma! —se excusó acercándose para darle un beso en la
mejilla. Ella por supuesto no pudo evitar reírse.
—Supongo
que mi Andrea sigue sin noviete, ¿no? —La abuela como siempre poniendo sufijos
de los suyos, cómo los echaba de menos.
—Pues
sigo sin noviete este año —respondí.
—Bueno
hija ni te preocupes, que he conocido muchos muchachotes ahí fornidos que
seguro que te gustarían —Se empezó a reír escandalosamente mientras el abuelo
bufaba.
—Desde
que se ha enganchado al programa ese no para de querer buscar pareja a todo el
mundo.
—Bueno
papá eso no tiene nada de malo —replicó mi padre mientras iba sirviendo los
platos uno a uno—. Así al menos tiene algo que hacer.
Mi
abuela me guiñó un ojo y al fin mi padre se sentó. Les miré a todos, uno por
uno mientras empezaban a comer.
Entonces
me levanté de la mesa y dije con los ojos llenos de lágrimas.
—Os
echo de menos.
Mi
madre fue la primera en levantarse y ponerse a mi lado.
—Y
nosotros a ti mi niña, siento mucho que nos fuéramos de esa manera y tan
pronto.
—Mamá,
pienso vosotros cada día. Echo de menos que se te queme la comida y papá echo
muchísimo de menos que siempre bromees con eso. Abuela extraño un montón que me
preguntes todas las navidades si ya tengo novio y que el abuelo… bueno, que
sigas siendo tan serio. Sois la mejor familia del mundo, y quiero estar con
vosotros.
—Lo
sé mi niña, pero nos veremos en unos años. Tú ahora tienes que vivir tu vida y,
aunque no estemos juntos, nos basta con que te acuerdes de nosotros.
Cuando
iba a abrazarla se desvaneció delante de mí, después papá, la abuela y por
último el abuelo. Todos se fueron.
—¿Andrea,
qué haces? —las doctoras entraron en el dormitorio. Andrea se movía por el
cuarto como cogiendo cosas.
—Estoy
recogiendo la mesa.
—Cielo
la cena está servida, pero la del comedor, la que se come.
—Ha
venido mi familia a visitarme, pero se han tenido que ir muy rápido.
—¿De
veras? Bueno ya volverán otro día.
—Sí,
volverán. Íbamos a comer pollo, pero mi madre lo ha vuelto a quemar. Y la
abuela me ha preguntado si tenía novio, le he tenido que decir que no. Me daba
vergüenza.
—¿Tienes
novio, Andrea?
—Sí,
está aquí. Le he invitado a cenar. La Nochebuena hay que pasarla con los seres
queridos. Vamos —hizo un gesto y salió por la puerta seguida de las enfermeras.
Las tres recorrieron el largo pasillo hasta el comedor del psiquiátrico.