sábado, 29 de agosto de 2015

Vaho

Ahí solíamos pasar los domingos. Por la mañana nos sentábamos a tomar leche caliente mientras el eco de la noche nos congelaba. Ella me dejaba su regadera para darles el desayuno a las flores mientras se ocupaba de que no quedasen hojas en el suelo. Al mediodía, cuando el sol picaba, nos poníamos sombreros de los suyos y me contaba sus historias hasta que caía la tarde, caía el sol y volvíamos a tiritar como cada mañana al salir.

Aunque no... Porque en realidad ahí no pasamos ni un domingo. Ahí no estábamos ni ella ni yo. Ahí nunca hubo nadie.

Vida


Nacer para tener mucho cuidado de no morir antes de tiempo. Aprender, estudiar, estudiar algo más difícil para luego trabajar. Trabajar para comer, dormir, vestir bien, moverte, darte algún capricho. Un capricho para disfrutarlo unas horas y pasarte días amargado.

Pasar el día deseando que se acabe, pasar la semana deseando que llegue el viernes, pasar los meses a duras penas para llegar a las vacaciones, pasar las vacaciones pensando en volver a la aburrida rutina, pasar los años rezando para jubilarte cuanto antes. Y una vez en la habitación de la residencia de ancianos, con la maleta sin deshacer, llorar y gritar porque no quieres morir, todavía no, aún quedaba mucho por hacer. Tal vez ahí se aprecie la vida que llevabas, que pronto olvidarás y será como si nunca la hubieses vivido.

Y pasar tus últimos meses viviendo el momento por cojones, porque nunca sabrás lo que pasó ayer, nunca más sabrás quien fuiste hace unos años y quien eres ahora. Ser una persona sin pasado ni futuro. Y que el presente sea que te morirás sin darte cuenta, como tampoco te diste nunca cuenta mientras vivías de que algún día llegaría ese momento.

martes, 14 de abril de 2015

Experimento surrealista 2º

Ah


Veo las mariposas de papel volando a mi alrededor, formando remolinos de pelo que se clavan en mi piel. Suben, escalan hasta mi cintura y la rodean suavemente como si fuera algodón. Algodón de nubecitas blancas que poco a poco se tiñen de rojo, tan rápido que se seca y la costra me viste de arriba abajo. Mi perfume metálico me tira de los brazos, me zarandean, me zarandeas. ¿A dónde quieres llevarme? Ah sí, te gustaba mi cuerpo de hiedra. Te ofrecí probarlo pero yo no sabía que era venenosa. Aunque tiene sentido, tenía tantas venas a punto de explotar que no podía evitar pinchar para ver las cascadas en su Amazonas. Pero tú preferías invertir el efecto y que el río quedase en caudal y añadir colorante transparente. Y yo me iba volando como las mariposas de plástico, saltando de planeta en planeta hasta llegar a Marte. Combinaba el rojo de mis labios con nuestras marcas, y qué bien quedaba.

domingo, 5 de abril de 2015

A la enésima pregunta

Confesión sincera; sinceramente yo:

No es por la posibilidad de ganar premios en festivales, ni porque sean las más taquilleras, ni porque todo el mundo hable de ello, que se creen mil cuentas de twitter con frases reales o inventadas, no porque los actores sean idolatrados por todo el mundo y parezca que esos han sido sus únicos papeles. No, no es por la fama mundial ni por ponerme el vestido de gala. 
Yo quiero hacer películas por otra razón.

No sé que tipo de persona eres, pero quiero que si eres de las que salen del cine hablando de la película, esta vez salgas en silencio. Y si eres de los que sale sin decir nada, tengas la necesidad incontrolable de hablar de lo que acabas de ver. Eso es, quiero impactar, quiero dar golpes de realidad y hacer pensar más de la hora y media reglamentaria. Quiero hacer cine porque quiero callar a los habladores y animar a los silenciosos. No quiero ser aquel peliculón que estuvo en todas partes durante meses, quiero ser esa joyita para ti, esa joyita que te acompañará en silencio el resto de tu vida.

martes, 31 de marzo de 2015

Aquí, ahora

02:13 a.m., algún sábado de marzo, luna creciente
Debería estar completamente a oscuras, sumida en noche, sin saber si tengo los ojos abiertos o cerrados en mi inconsciencia. Pero no. Dos ventanas abiertas de madrugada y aún puedo distinguir siluetas en mi habitación. Sé en que postura está el gato y estoy empezando a darme cuenta de que el montón de papeles de mi mesa crece como la luna a través del cristal. No puedo evitar descorrer la cortina y quedarme mirando la calle. Nada parece igual cuando es de noche. Los edificios se levantan tapando el poco cielo que podría llegar a ver, la acera está desierta y naranja, la carretera recibe de vez en cuando algún que otro coche que pasa como si huyese de mí, como si su conductor no quisiese que nadie le viese volver a casa a estas horas, o tal vez salir. Naranja y gris. Es una combinación que me hace sentir en acogida, me encoje por dentro. ¿Qué será estar ahí fuera ahora? ¿Ya no simplemente iluminada un poco sino totalmente rodeada de esas luces artificiales? Haría lo que ahora y miraría al océano oscuro sobre mí, buscando agujeritos que no podría ver por culpa de esos naranjas narcisistas que se elevarían más y más sin dejarme ver nada. Aunque sí, algo sí. Porque ni la bombilla más potente podría eclipsar esa luz blanca, la de ese astro que ni siquiera tiene brillo propio.  Excepto ahora. Forma una C que me acompaña, me mece desde ahí. Está a no se cuantos años luz y su radio debe de medir millones de kilómetros; y sin embargo aún puedo verla con una claridad que me asusta. Es como si... sentada en mi escritorio ahora, como si abriendo la ventana y estirando un poco el brazo, la espalda, el cuello, los dedos... como si pudiese tocarla. Pero... es una lástima cuando las ilusiones son tan bonitas y deseas tanto que sean reales que te lo acabas creyendo, y entonces es cuando te das el golpe de realidad. No, no podría llegar tan alto jamás, por muchas veces que lo soñase o por muchas estrellas que saltase hasta alcanzar la altura suficiente. No, mil millones de kilómetros nos separan a la luna y a mí. Esta noche es como si, después de estas semanas de cielo congestionado por el gris y el vaho, como si se hubiese dejado ver solo para mí.
Vuelvo a mi cama iluminada de con algo agridulce en mí. Solo puedo pensar en lo mucho que me gustaría verla un poco más cerca, solo un par de años luz más cerca.
Antes de cerrar los ojos vuelvo a mi ventana al universo. Pero la luna ya no está. Son las 02:29, sigue siendo algún sábado de marzo, y no la veo. No distingo qué es cielo y qué es nube, no sé ni si hay nubes esta noche, nunca hay nada en el cielo aparte de ese circulo, hoy una C, abriéndose paso. ¿Y si se ha movido? ¿Tan rápido rota la tierra? No quiero pensar que ha huido de mí como los coches sueltos que pasan cada cinco minutos, ellos ni se acuerdan de ella, nadie se acuerda de ella. Aquí abajo todos miran al frente, a los lados y hacia detrás pero nadie se molesta en levantar la cabeza y ver la cúpula que nos mantiene con vida. Yo sí, lo hago cada día y pocas noches. Y hoy era una de ellas en las que he recordado lo que es estar viva.

jueves, 19 de marzo de 2015

Experimento surrealista 1º

Dulce de frío


¡Es que no nos entendéis!

Nosotros nos tapamos con sábanas azules saladas cuando se cierra la caja agujereada. Nosotros nos abrazamos al algodón cuando la caja se abre y nos llena de pintura. Nosotros desteñimos los pétalos de las flores para sacar los copos de nieve que tienen, y nos los ponemos en los ojos y los labios. Nosotros escondemos los pétalos en las caracolas que hay al lado de nuestro mar. Y salimos hechos una peonza y caminamos sobre los árboles.
Pobres mortales… Vosotros solo camináis sobre tierra color sol, nosotros nos acurrucamos en él cada día. Vosotros solo sopláis al diente de león. Cuando vuestros sueños se van volando, los nuestros caen como plumas y paraguas sobre nuestro tejado de pelo verde.

Pero claro, nadie nos entiende. Porque vosotros siempre habéis querido quitarnos lo que es nuestro. Envidiáis que las flores del cerezo caigan en nuestro diciembre y que los copos de nieve caiga en nuestro marzo. Trocitos rosas de vida que ya no es vida y agua helada y sola.

Encerrarse en una copa es sano de vez en cuando. Puedes mandar. Nadie puede desobedecer por miedo a romper el cristal que me protege, el que me descosería la piel si dejase de quererme y de hacerme caso.
Tú, corta mi mariposa esférica, por favor, y pela la sangre y tírala a las raíces para que salgan más. Me suelen gustar las cosas dulces, espero que te quedes con eso. Ah y tráeme una de esas, sí esas, las alas blancas.
¿Ves? Es bonito encerrarse en una copa de vez en cuando. Eso no era cosa de nosotros, solo mía en realidad. Él prefería meterse en una cáscara de nuez y solo salía cuando yo lo hacía. Él estaba en un lugar más oscuro y pequeño que el mío, pero igual de fríos. Aunque no, mi copa es más fría porque el cristal a la sombra se vuelve hielo, en cambio la nuez permanece con el calor en su interior. Vosotros nunca os habéis encerrado en una copa o en una nuez, ¿verdad?

Cuando salimos de nuestros encierros tenemos la suerte de ver notas musicales, de saborear todos los colores, de oler la seda y el terciopelo, de escuchar con atención las manzanas y las fresas y de tocar el olor a césped recién cortado.


Vosotros no podéis porque no nos entendéis, nunca nadie lo ha hecho.

domingo, 25 de enero de 2015

Vidrio y cristal

Cinco kilómetros sin parar, nuevo récord. Carla estiró las piernas mientras jadeaba. Después del calentamiento se acercó a un puesto y compró una botella de agua. 
Mientras paseaba por la vía arenosa se fijó en que había varios trozos de cristal verde por los alrededores de un árbol. A las seis de la mañana todavía no habría dado tiempo a limpiar todo el parque... Le apetecía sentarse un rato. Siguió caminando mientras daba grandes sorbos de agua y su respiración y su pulso se moderaban. Estaba sudando a la gota gorda pero tenía frío. 

Por fin vio un banco y se sentó. Más restos de botellas y algunos cigarros aplastados hacían alfombra mezclándose con arena y gusanitos húmedos en pequeñas manchas de alcohol y refresco. Desperdigados por la zona, trozos de plástico gris, el envoltorio de un condón. Por suerte no había rastro de ello por ahí. Habría acabado en los matorrales de detrás del banco o en algún otro sitio escondido, junto con más dientes verdes afilados y rollitos de tabaco a medio extinguir. Habría lagos amargos y dulces por todo el camino y regando la hierba mientras las hormigas devoraban los gusanos muertos y los envoltorios futuristas se escondían entre las plantas. Menuda se debió de liar haría apenas unas horas. Estarían ya todos de camino a casa sin recordar nada ni preocuparse por ello. Como cada domingo por la mañana, cuando Carla se levantaba a la vez que ellos se acostaban. A la inversa que hacía unos años, cuando otra gente se levantaba y Carla se metía en la cama con el pelo enredado y la cabeza a punto de estallar. Como las botellas cuando colisionaron contra la madera del banco y contra el suelo, o como los chicles en los labios para disimular el aliento, como los doritos entre los dientes para no vomitar detrás de un árbol o como el éxtasis gracias al paquetito gris eléctrico. 
Empezó a oler muy mal, el hedor venía de detrás del banco. Carla se dio la vuelta y descubrió un nuevo charco. Parecía que a alguien no le habían salido bien las gachas y las  había tirado sin importar los nutrientes que tienen. Pero no, a Carla le habían salido bien las gachas esa mañana, se las había comido para tener energía para hacer sus cinco kilómetros sin pausa. Había terminado casi sin respiración, con el corazón en la garganta y un sudor frío que le ahogaba y congelaba a la vez. Los que habían estado ahí también habrían sufrido el mismo malestar, todos estaban así a las seis de la mañana, se fuesen o viniesen. 
La peste se hizo insoportable y Carla se levantó. Dejó su botella de agua, se la había terminado y por un descuido se fue sin más. La botella de plástico quedó ahí, rodeada de lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia y soberbia. En unas horas la escena del crimen quedaría limpia como nunca hubiese pasado nada. La gente se sentaría y se levantaría, se sentaría y se levantaría. Y no pasaría nada. El sábado siguiente por la noche el banco volvería a verse rodeado de seres destructivos y el domingo a las seis de la mañana se irían todos a casa dando tumbos mientras Carla se compraba su botella de plástico y se sentaba entre el contenedor de vidrio y los trozos de cristal. Y se levantaba y se iba.

sábado, 10 de enero de 2015

Trivial

Había una chica en el mundo que soñaba
Soñaba mucho, soñaba más que vivía
No le gustaba su realidad, ella siempre estaba pensando en el maravilloso futuro
Ella esperaba pacientemente a que llegase, con todas sus metas y sus recompensas; con la felicidad que era lo que más deseaba
Pero el futuro nunca llegó
Un día se dio cuenta de que no existía, de que lo único real era el presente
Pero era demasiado tarde
Se había pasado la vida soñando



♙♟

domingo, 4 de enero de 2015

Nuestro enésimo intento por escapar

Vivíamos en un mundo tan gris que no distinguíamos las sombras de las siluetas. Era un mundo tan aburrido que descansábamos de los descansos. Tan uniforme que  cada minuto era igual al anterior e igual al anterior e igual al anterior... y apenas había diferencia entre días. Tan monótono que no había perspectiva, sino que era todo plano como el papel. Tan lento que el futuro inmediato se convertía en el futuro más lejano imaginable. Tan desgastado que no había risa que sofocase la pesadez.

Pero a veces se abrían pequeños paréntesis en color en los que los minutos corrían y se llenaban de ilusión, yendo tan rápido que en seguida se cerraba el paréntesis y ya solo quedaba el recuerdo para acolchar el día a día.
Y era ahí, cuando lo veíamos todo más claro, cuando se dibujaba una tenue salida, pero lejana. Nunca llegábamos, se iba la luz antes de alcanzarla, pero cuando mucho tiempo después volvía casi parecía que estaba más y más cerca. Y soñábamos que algún día lograríamos atraversarla y nos imaginábamos qué cosas increíbles habría detrás. Qué nos estaría esperando pacientemente mientras se ralentizaba el tiempo y buscábamos de alguna manera acelerarlo otra vez, pero nunca lo suficiente. Nos estaría esperando ahí, ya llegaríamos, ya saldríamos de allí...




Dedicado a esas personas que siguen intentando escapar conmigo.