sábado, 29 de agosto de 2015

Vida


Nacer para tener mucho cuidado de no morir antes de tiempo. Aprender, estudiar, estudiar algo más difícil para luego trabajar. Trabajar para comer, dormir, vestir bien, moverte, darte algún capricho. Un capricho para disfrutarlo unas horas y pasarte días amargado.

Pasar el día deseando que se acabe, pasar la semana deseando que llegue el viernes, pasar los meses a duras penas para llegar a las vacaciones, pasar las vacaciones pensando en volver a la aburrida rutina, pasar los años rezando para jubilarte cuanto antes. Y una vez en la habitación de la residencia de ancianos, con la maleta sin deshacer, llorar y gritar porque no quieres morir, todavía no, aún quedaba mucho por hacer. Tal vez ahí se aprecie la vida que llevabas, que pronto olvidarás y será como si nunca la hubieses vivido.

Y pasar tus últimos meses viviendo el momento por cojones, porque nunca sabrás lo que pasó ayer, nunca más sabrás quien fuiste hace unos años y quien eres ahora. Ser una persona sin pasado ni futuro. Y que el presente sea que te morirás sin darte cuenta, como tampoco te diste nunca cuenta mientras vivías de que algún día llegaría ese momento.

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