sábado, 29 de agosto de 2015

Vaho

Ahí solíamos pasar los domingos. Por la mañana nos sentábamos a tomar leche caliente mientras el eco de la noche nos congelaba. Ella me dejaba su regadera para darles el desayuno a las flores mientras se ocupaba de que no quedasen hojas en el suelo. Al mediodía, cuando el sol picaba, nos poníamos sombreros de los suyos y me contaba sus historias hasta que caía la tarde, caía el sol y volvíamos a tiritar como cada mañana al salir.

Aunque no... Porque en realidad ahí no pasamos ni un domingo. Ahí no estábamos ni ella ni yo. Ahí nunca hubo nadie.

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