Los viajes en tren en silencio son eternos. Sin embargo, y aunque suene a contradicción, esa eternidad se mueve a cámara lenta a través de la ventana. Los paisajes son todos iguales, el cielo es monótono, las carreteras paralelas aminoran la velocidad de la canción que suena en mis auriculares. El tiempo pasa y no pasa nada. Hoy es mi último día en Madrid y siento que si me agarro al asiento me quedaré para siempre aquí, viendo paisajes verdes pasar a toda velocidad, paisajes que no tienen nada en especial pero me obligan a aguantarme las lágrimas. Será porque sé que ellos no se van ni dejan nada atrás, que es lo que hago yo ahora y lo que haré mañana cuando sea el mar lo que vea desde mi ventana mientras el tiempo pasa solo para mi.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Comenta qué te ha parecido!